La creencia extendida sobre los Fondos Comunes de Inversión (FCI) se parece en cierta medida al cuento de Aladino, a quien encierran en una cueva de la que no puede salir. Sin embargo, nada más alejado de la realidad. En verdad, los FCI son instrumentos de inversión muy poderosos que simplifican el acceso del inversor promedio a inversiones complejas que difícilmente podrían realizar en forma personal.
El principio en el que se basan los FCI es muy simple:
UN GRUPO DE INDIVIDUOS TIENE MÁS PODER Y CAPACIDAD DE INVERSIÓN QUE UNO SOLO.
Invertir en un fondo significa formar parte de un grupo de personas que, por tener objetivos similares, dan su dinero a profesionales especializados para que decidan cuánto, cuándo y en qué invertir: bonos, acciones, plazos fijos o commodities, entre otros. Cada inversor, de acuerdo con el porcentaje del fondo que posee, participa luego de las ganancias o pérdidas generadas por dichas inversiones.